Glosas escritas para una
conferencia: XVII Congreso Nacional del Hombre y de la Cultura Andina y
Amazónica (Huacho, 22‐27 de agosto 2011)
SUMARIO
Si
bien los contactos entre los pobladores del Área Inca o Andina y el Área Amazónica
datan de cinco mil años atrás, como lo demuestra la presencia de la yuca
(Manihot esculenta) cultivada en la costa (Huarmey), en ambos espacios se
observa un desarrollo cultural asimétrico a lo largo de los milenios.
Se
plantea que esta asimetría cultural no puede ser explicada por una
capacidad
intelectual mayor o menor de andinos o amazónicos, pues unos como otros
descienden de ramas de un mismo tronco racial, el paleomongol. En consecuencia,
el desfase en el proceso cultural debe tener otras raíces. Éstas podrían
deberse a condicionantes medioambientales, puesto que las mismas ciertamente se
presentan marcadamente distintas en ambas áreas. Acaso este factor fue el que
pudo marcar la disparidad cultural que se percibe, si se compara a los
pobladores andinos con respecto a los amazónicos.
Consideramos
que las referidas diferencias culturales existentes entre
amazónicos
y andinos, son las que parecen explicar también la presencia del antagonismo
étnico reinante entre unos y otros, acaso desde tiempo inmemorable. De estas
diferencias hay noticias en las crónicas del siglo XVI y XVII, que permiten
descubrir su existencia ya en tiempos del Incario. En estas fuentes hay
menciones concretas acerca del desprecio que los cordilleranos por entonces ya
demostraban frente a los selváticos, a los que despóticamente llamaban “chunchos”.
Este desdén étnico frente a los amazónicos originarios subsiste velada o abiertamente
aún en nuestros días, entre nosotros, los descendientes de quienes poblaron en
remotos tiempos el Área Inca en su sector central, ahora peruano.
Introducción
El Perú incluye dentro de su territorio una
importante porción de la región de la Amazonía. Es una amplia superficie que
abarca cerca de 700 000 km² que, sin embargo, no es comparable con la vastedad
territorial de toda la Amazonía, región que se extiende por diversos países
sudamericanos y ocupa nada menos que 7 000 000 km².
La Amazonía, vista en su totalidad, conforma la
inmensa cuenca del río Amazonas, el más caudaloso del globo, que luego de
recorrer 6 500 km desemboca en el Atlántico. El río Amazonas se origina en el
territorio peruano, al unir sus aguas los ríos Ucayali y Marañón, con sus
nacientes que parten de las cimas cordilleranas del flanco oriental de
los Andes.
La considerable extensión de la Amazonía peruana —que
duplica el territorio de Alemania, por ejemplo— contrasta notablemente con su
exigua población. En efecto, los moradores originarios, los amazónicos
propiamente dichos, apenas superan las 300000 almas. Viven agrupados en pequeñas
comunidades en medio de claros o áreas
deforestadas, que pasado un tiempo abandonan para
instalarse en otro lugar. Las características geográficas y culturales de la
región amazónica peruana no difieren sustancialmente de la Amazonía en
conjunto. Una aproximación panorámica permite advertir que ambos espacios
presentan denominadores comunes que configuran una acentuada similitud. No
ocurre así cuando se contrasta la Amazonía con la cordillera de los Andes, con
la que limita por su lado occidental. Los patrones culturales que acompañaban a
los moradores andinos al momento de ocurrir la irrupción europea, eran
sustancialmente diferentes a aquellos que portaban los amazónicos, algo que
desde entonces no ha variado de modo sustancial
hasta el presente.
La Amazonía Peruana muestra dos subregiones
claramente identificables por los contrastes geográficos que acusan: la de la “Baja
Amazonía” y la de la “Alta Amazonía”. La que se identifica como Baja Amazonía
no difiere de los llanos amazónicos sudamericanos en general, que se deslizan
en altitudes próximas al nivel marino y se extienden hasta alcanzar el Atlántico.
Esta región acusa clima cálido y húmedo, con
predominio de bosques tropicales uniformes.
Por su parte, la Alta Amazonía corresponde al
flanco oriental de los Andes y está cubierta por densos bosques tropicales de
características variadas. Estos ocupan latitudes que partiendo de la llanura
amazónica o Baja Amazonía van ascendiendo en dirección este hasta más allá de 3
000 metros sobre el nivel del mar. Aquí la vegetación tropical va aminorando y
termina por ceder lugar a los pajonales de la puna.
En la Baja Amazonía las etnias de cultura silvícola
tienen sus asentamientos y aún moran en altitudes que no superan los 500 metros
sobre el nivel del mar y solo excepcionalmente incursionan en alturas cercanas
a los 1 000 metros. La región de la Alta Amazonía o Andes Amazónicos fue
ocupada por andinos en áreas muy restringidas. En la zona norte por
cordilleranos que en la segunda mitad del primer
milenio de nuestra era terminaron por forjar la
cultura Chachapoyas. Por su parte los predios noroccidentales contiguos al
Cusco, en la hoy comarca de Vilcabamba ‐ región ésta dominada
topográficamente por la cordillera de Vilcabamba y enmarcada por los ríos
Vilcanota ‐ Urubamba, Apurímac y Vilcabamba ‐, fueron testigos de un proyecto estatal ejecutado durante el Incario
que tuvo por meta ampliar la frontera agraria. De esto son testigos Machu
Picchu, Huiñay Huayna, Vitcos, Choquequirao y otros portentosos monumentos que
debieron servir de centros de administración de la producción agraria así como
de un culto y rituales destinados a propiciar buenas cosechas.
En ambos casos, al procederlos inmigrantes de áreas
cordilleranas, éstos ocuparon únicamente espacios comprendidos en latitudes que
van de 2 000 a 3 000 metros sobre el nivel del mar, lo que remarca el origen
andino particularmente de los chachapoyas. En la Baja Amazonía los incas apenas
sí llegaron a incursionar.
1. Los amazónicos y sus vecinos del Área Inca:
asimetría
cultural
La Amazonía en general y particularmente la región
amazónica del Perú, empezó a poblarse hace más de 10 milenios de acuerdo a las
estimaciones divulgadas hace varios años por expertos como André Marcel d’Ans
(1976) y Eduardo Grillo (1984).
Son copiosos los estudios que se refieren a la
larga trayectoria arqueológica de la Amazonía peruana. Ella viene siendo
reconstruida sobre todo en base al análisis de la cerámica. De acuerdo al arqueólogo
Daniel Morales Chocano, la cultura Chambira (Loreto y Ucayali) se remonta a más
de 4 000 años. Las investigaciones más importantes dedicadas al proceso arqueológico
que tuvo lugar en la Amazonía peruana ocupan el volumen 31 de Amazonía peruana (Lima, 2009), revista que publica el Centro
Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP). La literatura
referente a los amazónicos originarios, tanto la de los siglos inmediatos
posteriores a la conquista como la contemporánea, es abundante (Chirif y Mora,
1980).
En la actualidad, en los espacios poblados de la
Amazonía peruana habitan numerosos grupos étnicos originarios de la región, con
distintas lenguas y expresiones culturales variadas, pero que presentan comunes
denominadores. Su bagaje cultural mesolíticoneolítico temprano, no ha cambiado
sustancialmente desde el inicio de la presencia española en América, hace cinco
siglos, tal como lo confirman las fuentes históricoetnográficas de los siglos
XVI y XVII. Aquellas formas culturales mesolíticas y aún paleolíticas que regían
hace 500 años en la Baja Amazonía, tampoco debieron ser distintas, en lo
sustancial, en los milenios anteriores.
La palabra “chuncho” era el nombre que los
cordilleranos del Incario empleaban para referirse despectivamente a los
pobladores amazónicos; este término subsiste en la actualidad, siempre con carácter
discriminatorio. Atendiendo a la denominación referida así como a testimonios
históricos varios, se concluye que en el Incario se consideraba a los amazónicos
como portadores de una cultura inferior, por ser esta menos compleja o por lo
menos diferente a la exhibida por los incas cordilleranos. Es posible que la
asignación de un status cultural inferior al poblador amazónico provenga de
tiempos preincaicos remotos.
En el presente, los grupos étnicos de tradición
amazónica siguen subsistiendo de la caza de pequeños animales, de la pesca y
del acopio de algunas plantas y frutos. Combinan la caza y recolección con un
tipo de agricultura elemental (“horticultura”). De este modo continúan inmersos
—desde hace varios miles de años— en condiciones
culturales propias del amanecer de la humanidad. La
explicación para ello podría ser que, al no tener que esforzarse para lograr
los comestibles necesarios para su existencia, los amazónicos no tuvieron la
necesidad de inventar recursos o tecnología sofisticada para asegurar su
sobrevivencia. En cambio los andinos sí tuvieron que afrontar esa necesidad
pues procuraban sus alimentos mediante la agricultura, por
cuanto moraban en un territorio de tierras aptas
para el cultivo muy limitadas, tanto en la región costeña como cordillerana, y
el que de resto era azotado recurrentemente por anomalías climáticas que como
el Fenómeno de El Niño, arrasaban las sementeras haciendo que asomara el
fantasma del hambre (Kauffmann Doig, 1979, 1991, 1996,
2002, 2009).
De esta manera, en contraste con los pobladores del
Área Amazónica, los del Área Inca (o Andina) tuvieron un proceso evolutivo
diferente. Por lo mismo que aquellos moldes culturales paleo y mesolíticos que
aún profesan los amazónicos en la actualidad, fueron remplazados en el Área
Andina tempranamente, hace más de 3000 años, con la invención y puesta en
marcha de elementos culturales que en conjunto conforman lo que con propiedad
distingue a una civilización ancestral. Abundando, el hombre asentado en el Área
Inca traspuso los umbrales de la cultura de subsistencia paleo‐mesolítica cuando logró establecer el modo económico de producción de
los alimentos mediante el ejercicio de la agricultura, aun cuando en sus inicios
esta no era ejercida con la complejidad que alcanzó posteriormente en la etapa que
calificamos de “consolidación cultural” y siguientes. Luego de los obligados preludios
o antesala de la civilización, iniciada hace más de 5000 años, se abrió paso en
la región andina o Área Inca un auténtico proceso de civilización, que por su originalidad
y complejidad es ciertamente comparable a la de Mesopotamia y a la de Egipto en
el Viejo Mundo, así como a la Maya‐Azteca que se
desarrolló en Mesoamérica.
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