No fue la primera vez que me saludaba con Humala la de la anoche, pero sí la más prolongada (habrá durado dos minutos). En dos minutos, un ojo entrenado puede darse cuenta de muchas cosas, y yo -más por viejo que por diablo- creo tener ojo entrenado. Y me di cuenta de algunas cosas.
Ollanta Humala no es, ni mucho menos, una mala persona. El estar desconcertado por haber llegado adonde está sin saber muy bien qué fue lo que pasó, no indica en él un gramo de pendejada o de astucia política en el sentido en que, por ejemplo, le sobra al tiranosaurio barrigudo de García. Lo mismo que de Ollanta podría decirse de Toledo, que de liderar una marcha que le salió de la manga, terminó en el sillón de Palacio de Gobierno. pero -mi intuición me lo dice- entre el Cholo y Humala hay un abismo. Toledo está hecho, como si de un Frankestein de juguete se tratara, de varias piezas, venidas de diferentes máquinas, piezas que no encajan, que se rechazan unas a otras. Por eso Toledo da la sensación de ser algo cuya denominación exacta solo se encuentra en inglés: un fake. Con Fujimori, en términos de personalidad, ni Humala ni nadie tiene la menor semejanza. Fujimori es un pobre diablo que llevado por su mezquindad y su ambición envidiosa y marginal, se agarró de Montesinos, de una manera que fue casi una parafilia. Ese hombrecito es harina (o coca) de otro costal.
Humala parece estar hecho de una sola pieza, tiene la rigidez del militar pero también los buenos modales de éste. Sonríe y uno se la cree. Sus movimientos corporales no contradicen -como en el caso de Toeldo- lo que manifiestan sus palabras, ni sirven para magnificar una retórica de opereta, oh Alan García Pérez. Fujimori en público es también simple pero detrás de su simpleza siempre estaba el aguijón de la traición, de la transgresión a lo institucional, de la chinochetada. A Humala lo puedes escuchar sabiendo que lo que dice es lo que quiere decir. Es una extraña sensación la que te da eso, con los antecedentes que tenemos en cuanto a presidentes de la República se trata.
No estoy haciendo acá una apología política de Ollanta Humala, simplemente señalo lo justo. Es un hombre diferente a los hombres que nos han gobernado desde la Constituyente hasta ahora. Tampoco estoy evaluando su gestión, si lo hiciera, empezaría demoliendo las barbaridades de medidas que recientemente ha tomado para aligerar la inversión extranjera y que son peligrosísimas para la conservación y protección de nuestros recursos naturales y culturales. Pero Humala te da la impresión de que, por debibilidad o por sentido común o porque sabe escuchar, es un presidente capaz de regresar sobre una mala medida. Ya lo ha hecho (Repsol, por ejemplo), y nunca sabremos por qué retrocedió, pero lo hizo y el asunto quedó bastante bien arreglado.
Espero no ser mal interpretado por lo que escribo en este post (no me importaría demasiado tampoco, ya estoy viejo para sensibilizarme ante opiniones ajenas). Insisto que acá no estoy evaluando al presidente de la República sino transmitiendo mis impresiones luego de compartir dos minutos de escenario con él, y de intercambiar un apretón de manos, que por demás fue firme y fuerte. Lo único que quiero decir es que a pesar de los errores que viene cometiendo, y también sumando sus aciertos, yo deseo que a Humala le vaya bien. No soy ni mucho menos próximo al Nacionalismo y hay cosas en Ollanta y en su entorno que no están claras, Villafuerte es para mí la menos prístina de todas, y que me hace sospechar de lo peor. O la saltada a la garrocha que tarde o temprano va a querer dar el gobierno para que Nadine postule en el 2016, algo que actualmente no está dentro de lo legal, aunque ella sea una excelente candidata. Pero ese deseo de que al presidente de mi país le vaya bien, es algo que en 62 años de vida, nunca he sentido. Cuando salieron elegidos garcía 8las dos veces), Fujimori y Toledo, de solo verlos por televisión mi instinto natural me llevada a anhelar profundamente que la realidad los desmintiera lo más rápido posible, para que nos diéramos cuenta de que estábamos cambiando mocos por babas, o babas por mocos. Pues lo digo de nuevo, no son mis sentmientos para con Humala y su gobierno, para nada. ¿O es sospechoso de algo que alguien desee que a su país le vaya bien? Advierto que en mi caso, también puede ser cansancio, y también puede ser que antes que preocuparme por quién y cómo gobierna el Perú, prefiero jugar a la chapada con mis nietos.
* Yo pienso que Toledo, fue valiente cuando todos se orinaban en los pantalones ...
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“No busques trabajo”
Genial artículo de Risto Mejide, publicista español.No tiene desperdicio alguno.
No busques trabajo. Así te lo digo. No gastes ni tu tiempo ni tu dinero, de verdad que no vale la pena. Tal como está el patio, con uno de cada dos jóvenes y casi uno de cada tres adultos en edad de dejar de trabajar, lo de buscar trabajo ya es una patraña, un cachondeo, una mentira y una estúpida forma de justificar la ineptitud de nuestros políticos, la bajada de pantalones eurocomunitaria y lo poco que les importas a los que realmente mandan, que por si aún no lo habías notado, son los que hablan en alemán.
No busques trabajo. Te lo digo en serio. Si tienes más de 30 años, has sido dado por perdido. Aunque te llames Diego Martínez Santos y seas el mejor físico de partículas de Europa. Da igual. Aquí eres un pringao demasiado caro de mantener. Dónde vas pidiendo nada. Si ahí afuera tengo a 20 mucho más jóvenes que no me pedirán más que una oportunidad, eufemismo de trabajar gratis. Anda, apártate que me tapas el sol.
Y si tienes menos de 30 años, tú sí puedes fardar de algo. Por fin la generación de tu país duplica al resto de la Unión Europea en algo, aunque ese algo sea la tasa de desempleo. Eh, pero no te preocupes, que como dijo el maestro, los récords están ahí para ser batidos. Tú sigue esperando que los políticos te echen un cable, pon a prueba tu paciencia mariana y vas a ver qué bien te va.
Por eso me atrevo a darte un consejo que no me has pedido: tengas la edad que tengas, no busques trabajo. Buscar no es ni de lejos el verbo adecuado. Porque lo único que te arriesgas es a no encontrar. Y a frustrarte. Y a desesperarte. Y a creerte que es por tu culpa. Y a volverte a hundir.
No utilices el verbo buscar.
Utiliza el verbo crear. Utiliza el verbo reinventar. Utiliza el verbo fabricar. Utiliza el verbo reciclar. Son más difíciles, sí, pero lo mismo ocurre con todo lo que se hace real. Que se complica.
Da igual que te vistas de autónomo, de empresario o de empleado. Por si aún no lo has notado, ha llegado el momento de las empresas de uno. Tú eres tu director general, tu presidente, tu director de marketing y tu recepcionista. La única empresa de la que no te podrán despedir jamás. Y tu departamento de I+D (eso que tienes sobre los hombros) hace tiempo que tiene sobre la mesa el encargo más difícil de todos los tiempos desde que el hombre es hombre: diseñar tu propia vida.
Suena jodido. Porque lo es. Pero corrígeme si la alternativa te está pagando las facturas.
Trabajo no es un buen sustantivo tampoco. Porque es mentira que no exista. Trabajo hay. Lo que pasa es que ahora se reparte entre menos gente, que en muchos casos se ve obligada a hacer más de lo que humanamente puede. Lo llaman productividad. Otra patraña, tan manipulable como todos los índices. Pero en fin.
Mejor búscate entre tus habilidades. Mejor busca qué sabes hacer. Qué se te da bien. Todos tenemos alguna habilidad que nos hace especiales. Alguna singularidad. Alguna rareza. Lo difícil no es tenerla, lo difícil es encontrarla, identificarla a tiempo. Y entre esas rarezas, pregúntate cuáles podrían estar recompensadas. Si no es aquí, fuera. Si no es en tu sector, en cualquier otro. Por cierto, qué es un sector hoy en día.
No busques trabajo. Mejor busca un mercado. O dicho de otra forma, una necesidad insatisfecha en un grupo de gente dispuesta a gastar, sea en la moneda que sea. Aprende a hablar en su idioma. Y no me refiero sólo a la lengua vehicular, que también.
No busques trabajo. Mejor busca a un ingenuo, o primer cliente. Reduce sus miedos, ofrécele una prueba gratis, sin compromiso, y prométele que le devolverás el dinero si no queda satisfecho. Y por el camino, gánate su confianza, convéncele de que te necesita aunque él todavía no se haya dado cuenta. No pares hasta obtener un sí. Vendrá acompañado de algún pero, tú tranquilo que los peros siempre caducan y acaban cayéndose por el camino.
Y a continuación, déjate la piel por que quede encantado de haberte conocido. No escatimes esfuerzos, convierte su felicidad en tu obsesión. Hazle creer que eres imprescindible. En realidad nada ni nadie lo es, pero todos pagamos cada día por productos y servicios que nos han convencido de lo contrario.
Por último, no busques trabajo. Busca una vida de la que no quieras retirarte jamás. Y un día día en el que nunca dejes de aprender. Intenta no venderte y estarás mucho más cerca de que alguien te compre de vez en cuando. Ah, y olvídate de la estabilidad, eso es cosa del siglo pasado. Intenta gastar menos de lo que tienes. Y sobre todo y ante todo, jamás te hipoteques, piensa que si alquilas no estarás tirando el dinero, sino comprando tu libertad.
Hasta aquí la mejor ayuda que se me ocurre, lo más útil que te puedo decir, te llames David Belzunce, Enzo Vizcaíno, Sislena Caparrosa o Julio Mejide. Ya, ya sé que tampoco te he solucionado nada. Aunque si esperabas soluciones y que encima esas soluciones viniesen de mí, tu problema es aún mayor de lo que me pensaba.
No busques trabajo. Sólo así, quizás, algún día, el trabajo te encuentre a ti.
No busques trabajo. Así te lo digo. No gastes ni tu tiempo ni tu dinero, de verdad que no vale la pena. Tal como está el patio, con uno de cada dos jóvenes y casi uno de cada tres adultos en edad de dejar de trabajar, lo de buscar trabajo ya es una patraña, un cachondeo, una mentira y una estúpida forma de justificar la ineptitud de nuestros políticos, la bajada de pantalones eurocomunitaria y lo poco que les importas a los que realmente mandan, que por si aún no lo habías notado, son los que hablan en alemán.
No busques trabajo. Te lo digo en serio. Si tienes más de 30 años, has sido dado por perdido. Aunque te llames Diego Martínez Santos y seas el mejor físico de partículas de Europa. Da igual. Aquí eres un pringao demasiado caro de mantener. Dónde vas pidiendo nada. Si ahí afuera tengo a 20 mucho más jóvenes que no me pedirán más que una oportunidad, eufemismo de trabajar gratis. Anda, apártate que me tapas el sol.
Y si tienes menos de 30 años, tú sí puedes fardar de algo. Por fin la generación de tu país duplica al resto de la Unión Europea en algo, aunque ese algo sea la tasa de desempleo. Eh, pero no te preocupes, que como dijo el maestro, los récords están ahí para ser batidos. Tú sigue esperando que los políticos te echen un cable, pon a prueba tu paciencia mariana y vas a ver qué bien te va.
Por eso me atrevo a darte un consejo que no me has pedido: tengas la edad que tengas, no busques trabajo. Buscar no es ni de lejos el verbo adecuado. Porque lo único que te arriesgas es a no encontrar. Y a frustrarte. Y a desesperarte. Y a creerte que es por tu culpa. Y a volverte a hundir.
No utilices el verbo buscar.
Utiliza el verbo crear. Utiliza el verbo reinventar. Utiliza el verbo fabricar. Utiliza el verbo reciclar. Son más difíciles, sí, pero lo mismo ocurre con todo lo que se hace real. Que se complica.
Da igual que te vistas de autónomo, de empresario o de empleado. Por si aún no lo has notado, ha llegado el momento de las empresas de uno. Tú eres tu director general, tu presidente, tu director de marketing y tu recepcionista. La única empresa de la que no te podrán despedir jamás. Y tu departamento de I+D (eso que tienes sobre los hombros) hace tiempo que tiene sobre la mesa el encargo más difícil de todos los tiempos desde que el hombre es hombre: diseñar tu propia vida.
Suena jodido. Porque lo es. Pero corrígeme si la alternativa te está pagando las facturas.
Trabajo no es un buen sustantivo tampoco. Porque es mentira que no exista. Trabajo hay. Lo que pasa es que ahora se reparte entre menos gente, que en muchos casos se ve obligada a hacer más de lo que humanamente puede. Lo llaman productividad. Otra patraña, tan manipulable como todos los índices. Pero en fin.
Mejor búscate entre tus habilidades. Mejor busca qué sabes hacer. Qué se te da bien. Todos tenemos alguna habilidad que nos hace especiales. Alguna singularidad. Alguna rareza. Lo difícil no es tenerla, lo difícil es encontrarla, identificarla a tiempo. Y entre esas rarezas, pregúntate cuáles podrían estar recompensadas. Si no es aquí, fuera. Si no es en tu sector, en cualquier otro. Por cierto, qué es un sector hoy en día.
No busques trabajo. Mejor busca un mercado. O dicho de otra forma, una necesidad insatisfecha en un grupo de gente dispuesta a gastar, sea en la moneda que sea. Aprende a hablar en su idioma. Y no me refiero sólo a la lengua vehicular, que también.
No busques trabajo. Mejor busca a un ingenuo, o primer cliente. Reduce sus miedos, ofrécele una prueba gratis, sin compromiso, y prométele que le devolverás el dinero si no queda satisfecho. Y por el camino, gánate su confianza, convéncele de que te necesita aunque él todavía no se haya dado cuenta. No pares hasta obtener un sí. Vendrá acompañado de algún pero, tú tranquilo que los peros siempre caducan y acaban cayéndose por el camino.
Y a continuación, déjate la piel por que quede encantado de haberte conocido. No escatimes esfuerzos, convierte su felicidad en tu obsesión. Hazle creer que eres imprescindible. En realidad nada ni nadie lo es, pero todos pagamos cada día por productos y servicios que nos han convencido de lo contrario.
Por último, no busques trabajo. Busca una vida de la que no quieras retirarte jamás. Y un día día en el que nunca dejes de aprender. Intenta no venderte y estarás mucho más cerca de que alguien te compre de vez en cuando. Ah, y olvídate de la estabilidad, eso es cosa del siglo pasado. Intenta gastar menos de lo que tienes. Y sobre todo y ante todo, jamás te hipoteques, piensa que si alquilas no estarás tirando el dinero, sino comprando tu libertad.
Hasta aquí la mejor ayuda que se me ocurre, lo más útil que te puedo decir, te llames David Belzunce, Enzo Vizcaíno, Sislena Caparrosa o Julio Mejide. Ya, ya sé que tampoco te he solucionado nada. Aunque si esperabas soluciones y que encima esas soluciones viniesen de mí, tu problema es aún mayor de lo que me pensaba.
No busques trabajo. Sólo así, quizás, algún día, el trabajo te encuentre a ti.
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